Podemos calificar hoy como un día triste que no debería existir. Es un día marcado por la impotencia, por los millones de vidas cobradas por una efermedad que ya todos conocemos sobradamente: el SIDA. No me gustan los días mundiales o internacionales de nada, porque significan que tiene que recordarse a la sociedad y a nosotros mismos, que existen problemas por resolver y que año tras año hay que dar un toque de atención porque nos olvidamos de ello con demasiada facilidad. ¿A quien no se le ha quedado un amigo u otros seres queridos por el camino? supongo que ya todos tenemos testimonios de primera mano. Pero también debe de ser un día de esperanza que nos haga avanzar y que estemos cada vez más próximos a su erradicación, sobre todo en los paises pobres de África y Asia donde no existen medios ni medicinas para poder combatirla. Aquí la muerte se sigue vistiendo de rojo y sigue siendo la protagonista absluta, donde tener dinero o no tenerlo, marca la diferencia entre vivir o morir prematuramente. Mientras que en los paises desarrollados hemos conseguido convertirla en lo más parecido a un enfermedad crónica, en estos paises pobres sigue siendo una enfermedad mortal. El dinero, siempre el dinero: ciudadanos de primera, de segunda, de tercera... Es penoso ver las condiciones en que se encuentran los enfermos donde no cuentan absolutamente con nada. Si se mueren por desnutrición o por falta de vacunas, que podemos decir por HIV. Sólo queda apelar a la solidaridad internacional para que se haga eco y tomen medidas los dirigentes, organismos e instituciones internacionales para que contribuyan más a paliar estos efectos devastadores en los más desfavorecidos del Globo. Ojalá llegue pronto el día en que ya no tengamos que volver a recordar nada. Que el 1 de Diciembre se tranforme en un día blanco, un día donde celebremos que el SIDA ya no existe.
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